viernes, 1 de noviembre de 2013

Leyenda: Cruz de la Calle del Arco

Cuentan las viejas tradiciones, que allá en los tiempos de la colonia, en lo que hoy es la Calle del Arco en Taxco, vivía una elegantísima dama española.
Su ondulante cabellera caía sobre su espalda cual torrente de Azabaches acariciando su alabastrino talle adornado con el ropaje de los nardos del tabor, sus grandes pestañas que simulaban lo erizado de las montañas agrestes de Taxco. Sus manos tenían el delicado acopio de las blancas muñequitas traídas del oriente. Sus pies diminutos eran tenuemente acariciados por las sandalias rojo púrpura. Orladas con el pelaje del armiño. Toda ella era llena de gracia. Su mirar y su caminar seducían al que tenía la suerte de contemplarla, pero en ese corazón de ángel hecha mujer, latía a cada instante un grande amor.
Rodrigo era su única ilusión; apuesto caballero español, dotado por el capricho de la naturaleza, de todas las cualidades varoniles: valiente, joven, atractivo y educado a la alta estirpe de su origen.
Todo era ensueño y felicidad en aquella pareja de enamorados. Pero no se hizo esperar más tiempo esa dicha engañosa, y no tardó en aparecer en la pantalla polícroma de ese amor: la tormenta borrascosa, final de una loca pasión nacida por primera vez en aquel lugar de embrujo. Rodrigo, cada vez que se entrevistaba con aquella fascinante mujer, se hacía acompañar de Víctor Manuel (su amigo muy íntimo), no menos poseedor de los atractivos de Rodrigo. Ella, Beatriz, amaba a Rodrigo locamente, bosquejando su figura aún en las noches de insomnio.
Pero la fatal casualidad quiso que una noche de plenilunio, tranquila y serena en que Víctor Manuel acompañaba a Rodrigo en sus citas amorosas, la dama tendió su electrizante mirada en el joven acompañante. Esa mirada zigzagueante envolvió el ambiente, se cruzaron las miradas, y surgió el romance, traicionando así, ese amor jurado para Rodrigo, truncado en ese momento por el falso corazón de Beatriz.
Rodrigo a pesar de todo, siguió sosteniendo relaciones con ella, pero no dejaba de notar cierta indiferencia en todo, y en una de tantas citas, llegó el instante fatal del desengaño, envolviéndolo la borrasca de la desilusión la cruel traición de ambos.
Decepcionado y triste aprovechó el momento en que juntos platicaban, se acercó a ellos y en su presencia lanzó un suspiro largo y profundo como los inmensos mares, tendió su mirada por última vez a su amigo y a Beatriz, sacó su espada del cinto, la blandió en el aire hundiéndola después en su angustiado corazón pronunciando en medio de las convulsiones de la muerte el nombre de Beatriz.

Enseguida expiró en el mismo sitio en que naciera un grande amor. En recuerdo de esta fatídica traición de Víctor Manuel y Beatriz, se colocó en ese mismo sitio una humilde cruz de madera, que al correr el tiempo ha caído en el olvido, pero que hoy se conoce como "La Cruz de la Calle del Arco".

La creencia católica le ha dado otros comentarios muy divergentes a su primitivo origen, pero lo más acertado es la relatado en esta leyenda, porque antes de que los callejones de Taxco fueran trazados, se encontró bajo los frondosos árboles de ese lugar, acariada por las verdes sensitivas y abrazada por los bejucos, una cruz de madera, carcomida y apolillada por el transcurso de los años. La cruz de Rodrigo.
La Calle del Arco franquea la Parroquia de Santa Prisca del lado sur, se llamaba así por el arco que forma nuestra Parroquia (justo arriba de donde se localiza la Cruz de cantera rosa), esta calle tuerce a la izquierda para reunirse con la Calle Celso Muñoz (antes: Calle de la Muerte).
De la Calle Celso Muñoz a la Calle del Arco

El platero Siniestro

Se iniciaban los tiempos en que se descubrían las vetas de plata, casi a flor de tierra, se descubría la riqueza en las profundidades de la tierra, la explotación atrajo a todo tipo de gentes, algunas bien intencionadas y con miras al progreso, otras mas a la explotación y despojo de los que mas tenían.
Así fue como llego un extraño personaje a lo progresista población de Taxco, donde todo era como una bendición, riqueza en sus paisajes y gente, una tarde después de ardua labor del descubriendo de vestigios de plata. Celebraban jubilosos tal acontecimiento, cuando algo extraño distrajo su atención, vieron a lo lejos venir a un hombre de gran estatura, una larga cicatriz le cruzaba el rostro, vestía ropas desgarradas, cayo de bruces, alargando su brazo solicito ayuda, los labios secos, los mineros solícitamente lo ayudaron.. le acercaron un recipiente con agua, lo reconfortaron con alimentos. Lo que nadie supo es que este hombre murió en un derrumbe cayéndole encima además de escombros una pesada viga que le marco el rostro.
PERGAMINOS EN LATÍN CON INVOCACIONES SINIESTRAS.
De sus ropas rasgadas sacó un rollo de pergaminos con inscripciones en latín. Extraños dibujos sin poder descifrar, el hombre, silencioso empezó a explicar el contenido de esos pergaminos y buscaba quien lo ayudara a descubrir vetas de plata. Todos le ofrecieron su ayuda, el decía conocer todos los secretos de la minería. En otro rollo que celosamente guardaba, se los alargo y a la luz de la tarde vieron dibujos de ornamentos religiosos, de vasijas, enseres de decoración y otros objetos utilitarios, también mostró armamento muy antiguo donde se aplicaba la plata y oro tan codiciados por todos.
Recorrió con la mirada a todos los que lo rodeaban, señalando a uno de ellos un antiguo seminarista, le dijo descifrar estos textos, en esas frases se guardan grandes secretos de la minería. El seminarista asombrado de lo que leía, dijo con vos entrecortada que tenían que sacrificar a un minero en las entrañas de la tierra. Quien esto leyera y entendiera era el poseedor de los secretos de la inmortalidad de la minería. Todos guardaron silencio la mirada de cada uno recorría a los demás, por sus mentes pasaron mil historias, buenas y de malas intenciones de codicia.

TODO ERA LA FIEBRE DE LA MINERÍA.
Hubo quien ofreciera al seminarista su apoyo para comprar minas y explotarlas como ahí se indicaba. Lo que nadie supo es que lo que realmente decían esos pergaminos, hacían invocaciones al ¡Señor de las Profundidades! que era el que habitaba en el fondo de la tierra. El seminarista.. cauteloso, nunca revelo los secretos y en la soledad de la noche, vistió ropas diferentes a las suyas salió y fue en busca del ¡Señor de las Profundidades!, lo encontró en la boca de una mina recién descubierta, le dijo con voz pausada, esta mina mañana se derrumba, tu no vengas, tus compañeros morirán en el derrumbe, y así nos quedaremos con todo, tu y yo únicos dueños. Jamás reveles el contenido de los textos, a nadie. Regreso en la oscuridad de la noche, silencioso se acostó y al día siguiente fingió una enfermedad y fuertes dolores, que no podía asistir a trabajar, se despidieron del seminarista y le suplicaron que tradujera los textos, que todos querían participar de eses venturas, el Seminarista solo bajo la mirada y no respondió nada.
A las pocas horas la agitación de la gente lo despertó gritaban pidiendo ayuda, hubo un derrumbe, solicitamos ayuda. El seminarista sintió un escalofrió que recorrió todo su cuerpo, se incorporó a los voluntarios para el rescate. ¡Ninguno tenía rostro!.. ¡quiénes son ustedes preguntaban, un silencio invadía el ambiente , corrió y vió a sus amigos en un desfile salir de las entrañas de la tierra, preguntaba el seminarista ¿Qué es lo que pasó?, la respuesta era general ¡Un derrumbe!. Un extraño sonido del fondo de la tierra sacudió las paredes, se escucharon voces, como de un coro, lo que cantaban nadie lo entendía, se vió al fondo una mano que se estiraba brindando ayuda, casi al llegar, la mano desaparecía, el polvo marcaba una silueta de un hombre de gran estatura, gritaba jubilosos! ¡Todos son mis vasallos, cayeron con el Señor de las Profundidades!, después de ésto... se celebraron misas, y cuando el seminarista iba a entrar, un fuerte viento lo detenía.
Los pergaminos ya le quemaban las manos cuando trataba de leerlos, cada vez que trataba de descifrar el contenido, sentía un fuerte escalofrió, y el calor hacía que dejara por la paz los pergaminos. En medio de su desesperación salió en busca del "Señor de las Profundidades", al que nunca encontraba, solo le salió al paso en una ocasión un hombre alto, con una frazada que le cubría parte del rostro, con voz cavernosa lo conmino a que se detuviera, le solicito ver los pergaminos. El seminarista temeroso del embozado, lo llevó hasta su casa, y de un pesado baúl sacó los pergaminos, a la luz de una vela empezaron a verlos uno a uno, con el dedo indicaba el embozado lo que quería saber, pedía que se lo tradujera. sacó una filosa daga y le dijo, estos pergaminos son míos. El seminarista los oculto entre sus ropas, y en unos cuantos segundos sus ropas se incendiaron. El Embozado sacó los pergaminos de entre las ropas, del seminarista las apagó, se descubrió el rostro y la cicatriz apareció ante los ojos atónitos del seminarista que se consumía en las llamas.
En el patio de una vieja casona donde se labraban piezas de un gusto delicado de plata, estaba el hombre de la cicatriz, lo acompañaban plateros que habían muerto años anteriores. A las puertas de Santa Prisca se veía a un seminarista con unos bultos envueltos en pergamino, y solicitaba a las personas que iban a entrar a la iglesia, que depositaran esos paquetes a los pie del altar, el sacristán los llevaba a la sacristía y desenvolvía los paquetes, gran sorpresa se llevaba al ver los ornamentos labrados en plata, producto de artífices destacados, el Sacerdote salía en busca de tan preciado regalo hacia a la Parroquia, no lo encontraba, solo a la distancia veía a un seminarista caminar pausadamente envuelto en llamas.
El sacerdote regresaba a la iglesia y encontraba al sacristán desmayado, lo despertaba, le preguntaba ¿Qué había pasado?, respondió con voz doliente, un seminarista me golpeó y se llevo los ornamentos. El arrepentimiento del Seminarista al que llamaban "El platero Siniestro de Taxco", buscó ansiosamente al hombre de la cicatriz, lo llevó hasta al templo y lo obligó a arrodillarse y pedir perdón por todos los daños, gritó sus culpas y salió corriendo de Taxco dejando regados los pergaminos que el viento los elevó y se perdieron en la inmensidad del infinito, volvió la calma entre los mineros, se quitaron los egoísmos y todos trabajaron con entusiasmo.
Se asentó en los documentos que los plateros jamás se accidentaron y mucho menos murieron. Toda esta leyenda fue vivida por el maleficio que recibió el seminarista por parte del hombre de la cicatriz, el seminarista, fue el único que vivió esta pesadilla, y se dice que perdió la razón y que vaga en las calles donde hay actividades mineras, no se ha podido olvidar la leyenda del ¡Seminarista!. Terminó sus días recluído en un convento, donde solicitó ayuda espiritual, con la mira de algún día ordenarse de sacerdote. Se cuenta que en ese seminario se ve durante la noche vagar por los jardines a un hombre envuelto en llamas, que con lastimeros lamentos se elevan al infinito. En algunas ocasiones se le ha visto vagar por las solitarias y oscuras calles de Taxco, arrastrando penosamente los pies, cantando alabanzas con unos pergaminos bajo el brazo. Su alma en pena sigue a través de los siglos vagando por Taxco.
D Plata

La Zarzamora

El pueblo de Taxco, que siempre ha tenido una temperatura de privilegio, por las montañas que lo circundan propias para el amor y la acaecida, una noche en que la tormenta se desató furiosa; un rayo fulminó corpulentos árboles y desgajó los peñascos del Huixteco. El agua arrojada por las nubes y por la suprema voluntad del Dios Tlaloc. Inundaba las cañadas de Chacoalco. La mulata y Casallas, caían por las cortaduras de las peñas, cascadas de agua que llenaban de pavor al pueblo que clamaba misericordia.
¿Qué había sido de la "Doncella"? que vivía en aquella casita risueña del Atachi, en medio de la noche, en medio del estruendo del agua y del rayo, cuando el Teponaxtli y el Huehuetl sonaban pronunciando el peligro, pidiendo clemencia a esta furia. Las gentes reunidas en el Teocalli hacían oración, conjurando aquella tromba. De las chozas salían lamentos y lágrimas de terror, que se fundían con el agua, que de los cielos caía en interminables cataratas.
Un rayo tronó en las montañas y desgajo gran parte de ellas, espacialmente de Chacoalco, donde brota el agua potable que hoy súrte a la población. El eco se repitió por muchos momentos; el cielo se tiñó como de sangre, calmó como encanto el viento, y poco a poco la tranquilidad y el silencio invadió montañas y poblado. Sólo en la casita de la princesa "Cuayautital" esperaban inútilmente su regreso , ya que había partido de ahí, antes de principiar la tormenta, y al fin no regresó.
A la mañana siguiente salieron en su busca, hasta llegar a los veneros de Chacoalco; una nueva maleza no conocida, ocultaba el agua cristalina, los peñascos habían cambiado de forma y al agua antes clara, era color de sangre. ¿Quién había hecho aquella transformación? En el fondo de la cueva. Donde brota el agua clara. Estaba el cuerpo de la princesa Cuayautital, cubierta de preciosas flores y helechos silvestres, que perfumaban el ambiente como hálito de Dioses, ella estaba muerta, pero más parecía que estaba dormida.
Su cuerpo no pudieron llevarlo de aquel lugar, porque de él brotaba la extraña planta que había nacido de la noche a la mañana, y de sus tallos salían agudas espinas. Hicieron fiestas con danzas rituales, se ofrendaron flores y frutos, pero a la mañana siguiente aquel cuerpo hermoso había desaparecido, quedando solamente la planta que de él brotaba llevando por savia su sangre, esta se extendía por entre los barrancos ofreciendo sus frutos color de granate y que hoy conocemos con el nombre de la "Zarzamora".
Todos dicen que era hermosa. El sol de la mañana besaba orgulloso su cuerpo, era quizá la elegida de los Dioses que en medio de una tormenta, la arrebataron para llevarla a sus servicios en los infinitos cielos. Quizá sólo dejó como recuerdo de su paso por la Tierra, una planta que lleva en su fruto su sangre y la tomamos como vino.

Si quieres comprender su hermosura, busca en las fragosidades de las montañas de Taxco, una planta de zarzamora, pruébala y con su sabor y hermosura y toda ella llena de gracia y que el sol la besaba con orgullo.
¿Será cierto? Tal vez. ¿Por qué no podría serlo?

Leyenda del Callejón del Hundido

Cuando la naturaleza de Tetelcingo vestía el ropaje de su virginidad esplendorosa aún no mancillaba por el pie del audaz conquistador hambriento de aventuras, esa diosa campirana se extasiaba luciendo su ropaje de oro y tul, bajo un cielo trazado por el pincel de una policromía azteca.

Sus remansos cristalinos no dejaban el cascabeleo de sus ondas ensoñadoras, al igual que las alondras mañaneras trazando en el espacio su zigzagueante revolar. El céfiro nocturno acariciaba ese manto de quietud, invitando a sus pocos moradores al descanso en la noche. Mientras que el reverberéo de las estrellas se estrechaban en un lazo sonámbulas de amor.
En medio de ese paisaje de quietud tendió su figura fantasmal un suceso extraordinario e increíble a la vista humana. Un hogar humilde encajado halla en la espesura del boscaje. Fue el actor de ese escenario de sombras y de terror. Las creencias divergentes de los padres e hijos se revolvían cual volcán en erupción.
Los primeros creían ciegamente en la existencia de un ser superior a sus dioses y que estaba en los cielos y en la tierra; mientras que uno de sus amados hijos mantenía vivas en su corazón las creencias ancestrales: idólatra ascendrado rindiendo culto al sol, la luna, el agua y las estrellas.

Un mal día de augurios borrascosos los padres iracundos le exigían en medio de amenazas infernales a que rindiera adoración al ser que ellos creían grande, omnipotente. Llegando al colmo de la riña. El hijo en medio de su abstención petrificaba, lanzó amenazas de muerte a sus progenitores si no cesaban en su loco empeño, al fin la tromba se ensanchó y vino la borrasca, los padres cegados por la ira levantaron los brazos al cielo en forma de cruz, y tirados en el suelo arrojando espuma por la boca lanzaron contra su hijo el anatema más horrendo y terrible de la vida ¡maldito! ¡Maldito!... que tus dioses te arrojen al abismo infinito del castigo y del tormento; quedando enseguida semi-inconscientes por el histerismo del momento.Calle del Hundido en Taxco

Leyenda de las Estacadas

La leyenda narra que desde tiempos inmemoriales, las aguas bulliciosas, las aves vocingleras y la fresca brisa que ofrecían las verdes frondas de los árboles que crecían en los bordes de la "barranca Montesinos" (después tiro de San Lorenzo) sé conjuntaba todo eso en un cielo de amor, tranquilidad y belleza. Invitando a sus poquísimos moradores a disfrutar de un rinconcito paradisíaco, ya que con sus altos árboles, hierbas sensitivas con olor a retama, ofrecían paz y sosiego en el alma de quienes tenían la dicha de vivir en esos lugares de ensueño, si en medio de la vida de tranquilidad de esos lugares.
La esposa era perseguida por determinado hombre para cometer el vil acto de infidelidad al esposo, este vigilaba a su cónyuge, hasta no rayar en el desengaño si el hecho era confirmado, esta infiel esposa era conducida por el esposo, autoridades y pocos vecinos hasta un lugar preparado exprofeso donde estaba colocada una piedra en forma rectangular y con un hueco en el centro y parte superior de dicha piedra.
La esposa infiel antes de salir de su casa era vestida con sus mejores galas y vestidos de la época, llevando el corazón destrozado por la angustia de la muerte que le esperaba, llegados al lugar del sufrimiento oraban a sus dioses, se colocaba una estaca en el hueco de la piedra, la mujer con el terror sembrado en su semblante, era despojada de sus vestiduras, porque tenia enfrente el instrumento de su muerte, era subida a la piedra por las pocas mujeres que la acompañaban en ese trance.

El puente de los Duendes

En Taxco, Guerrero hay una leyenda sobre el "puente de los duendes", mi relato hace mención a un tío que en la sierra de Guerrero iba mucho por aquel lugar, los lugareños dicen que unos duendes arrastran a la gente hacia la parte baja del puente, aun no se sabe para que, puesto que ningún mortal ha regresado de allí y cuando se le busca no hay rastros.
Mi tío regresaba de una fiesta en el pueblo y para variar había tomado demasiado, a altas horas de la noche se le ocurre ir a buscar leña, pues bien, la encuentra cerca del famoso puente, y él advertido desde niño de lo que allí sucede trata de ir lo mas rápido posible de regreso...  cual sería su sorpresa al ver entre los matorrales una gallina grande y gorda! al parecer no era de nadie, pues la gente acostumbra guardar los animales en sus corrales por temor a lobos o coyotes, es así como mi tío se aventura a capturarla, por supuesto la va siguiendo pero la gallina a pesar de ir lento trata de esconderse en los matorrales y se hace escurridiza...
Mi tío sentía la necesidad de agarrarla para cenar, que bien le caería por la borrachera que llevaba, pero no era así...... la gallina casi se dejaba agarrar pero en el ultimo momento se le escapaba a mi tío....al cual se le hacía muy extraño no poder agarrar fácilmente una gallina regordeta como esa..... muy tarde se dio cuenta de que no era otra cosa mas que un duende convertido en ese animal, ya que la gallina se detuvo precisamente en un extremo del puente... tal y como les gusta a los duendes que uno se quede a altas horas de la noche....
A pesar del susto y de la intención de correr, inexplicablemente mi tío fue arrastrado hacia adentro con engaño, debajo de aquel puente se encontraba la gallina que el había perseguido pero la pobre estaba siendo mutilada por duendes que reían mientras veían como mi tío se acercaba.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Leyenda del Pozo Meléndez

Este pavoroso lugar también conocido como la trompa del diablo, el pozo Meléndez, el sótano sin fondo o pozo sin fin, es una tenebrosa grieta que se pierde en las entrañas de la tierra y en la que han fracasado una serie de esfuerzos para medir la profundidad, de este terrible agujero, que se localiza en la vera de la carretera Taxco-Iguala, a unos cuantos metros del Puente Campuzano.
En cierta ocasión los bomberos de la ciudad de México, acudieron en auxilio de las autoridades locales de Taxco, para rescatar el cuerpo de un individúo, asesinado y arrojado a las profundidades de este siniestro pozo. Escaleras y cuerdas que median centenares de metros, fueron lanzadas sin tocar fondo, sin ningún resultado, la compañía minera propietaria de estos terrenos ha hecho intentos similares sin lograr establecer, la profundidad de la grieta, creen algunas gentes que hay un río subterráneo en el fondo, si es que lo tiene.
Se cuenta que durante la revolución, fue arrojado ha esta grieta , toda una caballería, con todo y jinetes, asegurando los lugareños que después de esto, jamás notaron los malos olores que despidieron los cadáveres en descomposición.
Desde hace largos años perdura la macabra fama de este pozo siempre ha sido escenario de violentos asesinatos, muchos criminales se deshicieron de sus cadáveres arrojándolos en este sitio, la horrenda boca, y aún siguen haciéndolo. Según se dice a media voz, "aparece un vehículo, carro o camioneta, entre las sombras de la media noche, se detiene un momento, se ven sombras que se mueven arrancan y en seguida desaparecen precipitadamente por el camino", y todo esto significa una sola cosa: otra víctima más tragada por el hocico del diablo, riñas, asesinatos por venganzas políticas o pasionales , se han epilogado en este lugar, quedando en el mas impenetrable misterio estos crímenes que se han englutido, las fauces del diablo.
Piratas, salteadores de caminos, abigeos de todos los tiempos, y los criminales, correrías lograban cuantiosas fortunas las que al ser perseguidos o acosados por las autoridades y ante su eminente captura, las arrogaban al pozo del diablo, sin tener idea de su profundidad ,con la esperanza de poder rescatarlas algún día. Por su puesto, día que nunca llego.
Se recomienda caminar con cuidado alrededor de la aventura, que mide aproximadamente 20 pies de diámetro, si usted tira una piedra grande podrá escuchar sus impactos contra las paredes de la grieta y su trayectoria a buscar fondo, ruido que se irá haciendo cada vez menor hasta el completo silencio, usted se dará cuenta de que la roca todavía sigue golpeando las paredes, mientras sigue cayendo, pero después se pierde el sonido en la negra y pavorosa profundidad del pozo. Allí no faltan muchos que rondan por el lugar después de demostrarle a usted el sitio exacto de la famosa grieta, para que no vaya a caer en ella accidentalmente. Mucho cuidado, pues no hay rejas de seguridad a pesar de los esfuerzos que se han hecho por cerrar esta abertura.
El señor Crosby gerente de minas de plata el pedregal de Taxco propietario de este lugar trató de sellar la grieta, mediante la colocación de grandes vigas de madera, tierra y piedra pero pocos días después, todo ese tapón cedió desapareciendo en ese abismo, se sospecha que fue sabotaje a esta obra de seguridad, tal vez por intereses distintos de seguir usándolo o quizá porque el diablo necesita alimentarse.
 

Leyenda de La Bermeja

La bermeja, que así se nombraba a esta exquisita mujer de cuerpo escultural, de facciones atractivas, verdes esmeralda sus ojos y ondulante cabellera. Se cuenta que su servidumbre debía tenderle barras de oro al trasladarse de un lugar a otro, principalmente cuando asistía a ejercicios religiosos. La exquisitez de sus pies dejaban impregnadas sus huellas, que en la actualidad contemplamos al transitar por el cerro de bermeja.
Un día de alegre primavera, se presenta un pordiosero solicitando caridad al mayordomo, éste se la niega arrojándolo a empujones, vuelve a insistir suplicando, ya que tenía días que no tomaba alimento. A la discusión de éstos aparece ella con un enorme perro azuzándolo para que se abalanzase sobre el mendigo. En medio de aquella espantosa lucha, con los ojos arrasados en lágrimas el pordiosero pide auxilio y en vez de ayudarle, prorrumpe en burlescas carcajadas, corriendo hacia uno de los rincones de la terraza para contemplar mejor la escena.
El limosnero, antes de ser devorado enorme perro pronuncia estas palabras: "tu orgullo y vanidad serán castigadas", y exhaló el último aliento. La Bermeja reacciona y estupefacta contempla el cuerpo inerte de su víctima, surge de pronto un temblor, la tierra se abre y comienza a hundirse aquel Palacio de cristal, oro y plata; orgullo de la mujer.
Ésta comienza a correr de un lado a otro, con las manos levantadas al cielo, en actitud de pedir clemencia a Dios, pero la sentencia se ha cumplido, el Palacio se ha hundido y a la Bermeja la encontramos convertida en piedra. En uno de los rincones de lo que antes fuera orgullo de la vanidosa mujer.
Calle del Consuelo (barrio de Bermeja)

Leyenda de la calle de los pajaritos

Cuenta la Leyenda que desde antes que surgiera en la mente de Don José de la borda, la construcción de un templo dedicado a su adorada Santa Prisca, por esos días venturosos vivía por las laderas de lo que hoy es la Calle de los Pajaritos, frente a la tienda del ISSSTE, una virtuosa señora a quien todos los vecinos del lugar llamaban Tía Chonita que construyó como Dios le dió a entender su humilde casita junto a un gran árbol que se encontraba en medio de la exhuberante vegetación casi virgen en esos años. Curiosamente nadie sabía cuál era el origen de esta señora, pues no tenía familia.
Estaba encorvada por los años de su edad, vivía siempre sola, su mirada era serena, su hablar apacible. Toda ella inspiraba confianza para quienes tenían la dicha de tratarla muy de cerca, poseía una atracción magnética desconocida. Todos los días salía a su patio que siempre estaba bien barrido y limpio, cubierta su cabeza con un lienzo de color rojo púrpura y sus enaguas eran blancas como la nieve de sus canas.
Sentada junto al majestuoso árbol esperaba diariamente el primer beso del alba ya que a esas horas una inmensa parvada de hermosos pajarillos se posaba en las verdes frondas del gigantesco árbol, entonando todos ellos una estruendosa serenata al compás del céfiro que los mecía.
Terminadas sus canciones, unos pajaritos se posaban en la cabeza de la anciana, otros revoloteaban en torno a ella y los demás le picaban los pies y las manos, ya que siempre los esperaba con maíz picado, agua y otros alimentos más. Los acariciaba y les decía: "coman, coman sin temor amiguitos míos". Todos obedecían y terminando volaban en diferentes direcciones para volver a la caída de la tarde a entonar su acostumbrada serenata. Todo esto extasiaba a tía Chonita, y le hacía pasar momentos de inagotable alegría. Volvían a comer y luego se acurrucaban en las frondosas ramas del árbol disponiéndose a dormir.
Calle de los Pajaritos, saliendo a la VeracruzEsto se repetía día con día, hasta que en uno de tantos, volvieron las avecillas para entonar sus melodiosos trinos, pero de improviso callaron las canciones, se enmudeció el ambiente, cerraron sus piquitos y su plumaje se crispó del cruel dolor. La ancianita había muerto, y su cuerpo yacía inerte en el patio de su casa. Todos los pajarillos rápidos bajaron cubriendo con sus alas el cadáver tratando de reanimarlo con el calor de sus tiernos cuerpecitos, pero el caso era difícil. Tía Chonita estaba muerta. Muchos de ellos quedaron inmóviles sobre el cuerpo ya sin vida. De otros rodaban lágrimas a torrentes y los demás con la tristeza reflejada en su mirada, revoloteaban de un lugar a otro, torciendo sus lindos pezcuecitos en señal del sentimiento que los embargaba. Después de largo rato, se formaron en lúgubre cortejo llevándose a tía Chonita sobre sus alitas de múltiples colores y volaron, volaron a través de infinito azul para nunca más volver. De ahí el nombre de los pajaritos.

Leyenda del Espejo

Había una vez en Taxco, hace muchos siglos, una pareja de esposos que tenía una niña. El hombre era  un caballero: no era rico y vivía del cultivo de un pequeño terreno. La esposa era una mujer modesta, tímida y silenciosa que cuando se encontraba entre extraños, no deseaba otra cosa que pasar inadvertida.

Un día es elegido un nuevo rey. El marido, como caballero que era, tuvo que ir a la capital para rendir homenaje al nuevo soberano. Su ausencia fue por poco tiempo: el buen hombre no veía la hora de dejar el esplendor de la Corte para regresar a su casa.

A la niña le llevó de regalo una muñeca, y a la mujer un espejo de bronce plateado (en aquellos tiempos los espejos eran de metal brillante, no de cristal como los nuestros). La mujer miró el espejo con gran maravilla: no los había visto nunca. Nadie jamás había llevado uno a aquel pueblo. Lo miró y, percibiendo reflejado el rostro sonriente, preguntó al marido con ingenuo estupor:

— ¿Quién es esta mujer?

El marido se puso a reír:

— ¡Pero cómo! ¿No te das cuenta de que este es tu rostro?

Un poco avergonzada de su propia ignorancia, la mujer no hizo otras preguntas, y guardó el espejo, considerándolo un objeto misterioso. Había entendido sólo una cosa: que aparecía su propia imagen.

Por muchos años, lo tuvo siempre escondido. Era un regalo de amor; y los regalos de amor son sagrados.

Su salud era delicada; frágil como una flor. Por este motivo la esposa desmejoró pronto: cuando se sintió próxima al final, tomó el espejo y se lo dio a su hija, diciéndole:

— Cuando no esté más sobre esta tierra, mira mañana y tarde en este espejo, y me verás. Después expiró. Y desde aquel día, mañana y tarde, la muchacha miraba el pequeño espejo.

Ingenua como la madre, a la cual se parecía tanto, no dudó jamás que el rostro reflejado en la chapa reluciente no fuese el de su madre. Hablaba a la adorada imagen, convencida de ser escuchada.

Un día el padre la sorprende mientras murmuraba al espejo palabras de ternura.

— ¿Qué haces, querida hija?, le pregunta.

— Miro a mamá. Fíjate: No se le ve pálida y cansada como cuando estaba enferma: parece más joven y sonriente.

Conmovido y enternecido el padre, sin quitar a su hija la ilusión, le dijo:

— Tú la encuentras en el espejo, como yo la hallo en ti

miércoles, 23 de octubre de 2013

LA MULATA

Nos cuenta esta leyenda que hace mucho tiempo, hubo en el bello pueblo de Taxco. Una familia muy rica, orgullosa, de religión muy severa y costumbres puritanas de aquel entonces, por lo cual, para ellos este pueblo, era un lugar que no estaba de acuerdo con sus necesidades, principalmente por la servidumbre que existía.


Y bien, un buen día se presentó una muchacha la cual era mulata muy bella, de ojos lánguidos y sus cabellos de bello color negro azabache llamada Felisa, la cual no era más que una simple y humilde sirvienta que debería prestar sus servicios a esta Noble familia.

Felisa, hacía sus quehaceres muy contenta y llena de ánimos, alegraba la casa con sus dulces cantos, en unión de sus únicos amigos que eran unos canarios a quienes ella daba de comer con mucho afán y un día que ella cumplía con su deber, el hijo bueno de aquella familia, al oír cantar a Felisa y conversar con los canarios, por una fuerza sobrenatural sintió que su corazón debía unirse al de ella. Poco tiempo después le confesó su amor y le pidió que accediera a ser su esposa.


Pero Felisa bien sabía que era una muchacha humilde y no podía aceptar la proposición de aquel muchacho noble y bueno, por que entendía que los padres de Alvaro, que así se llamaba, se opondrían.

A pesar de aquello, Alvaro les dijo a sus padres, les contó del amor que sentía hacia la hermosa mujer, al oír su madre quien era la joven en quien su hijo había puesto sus ojos, y que no era Dama de acuerdo a su rango. Se opuso este matrimonio. Pero el amor de Alvaro por Felisa era más grande que el respeto a sus padres y pensó que sin el amor de su vida no podría vivír.
La hermana de Alvaro, que era muy orgullosa al ¡gual que la madre, irritada por lo que su hermano pretendía, fué en busca de Felisa. A la cual golpeó y corrió de la casa. La mulata partió rumbo a las montañas y en medio del cause del río donde se forma una poza blanca y cristalina, se fue hundiendo poco a poco, porque ella sabía que jamás tendría el amor de Alvaro.
El pobre Alvaro, esa noche, aún sin saber nada de la infortunada mulata, tuvo un sueño en el que su amada lo llamaba desde la poza aquella. Al otro día se levantó muy temprano y sin saber cómo y por qué, se dirigió al lugar que había soñado aquella noche, y entonces vió que aquel sueño era una triste realidad, porque en la orilla lo estaba esperando Felisa. La cual le explicó lo ocurrido y Alvaro al saberlo todo, siguió el mismo camino, de su amada.
De aquí el nombre de la mulata, cuenta esta leyenda que en las noches de luna bella y hermosa, se ven dos sombras que vagan a la orilla de la poza, y que no es más que el amor inmenso de Felisa y Alvaro, que han quedado unidos para siempre en prueba de ese inmenso amor.

las principales leyendas de taxco

las principales leyendas de Taxco son:

La leyenda del espejo
leyenda de la calle de los pajaritos
leyenda de bermeja
leyenda del pozo Meléndez
Leyenda del Puente de los duendes